Encuentro

 


 

 

Hacia unos años atrás, me encontraba en Venecia haciendo una investigación. Una noche decidí tomarme un descanso, y me dirigí al centro de la ciudad.

 

Cuando ya había recorrido unas  cuadras, vi  un bar entre las calles adoquinadas. La cantina era un pequeño tugurio,  mal iluminada. Al entrar, alcancé a observar a un hombre que me llamó la atención: su rostro rubicundo, de estatura baja, nariz aguileña y largos cabellos castaños. Estaba tomando una ginebra, mientras la camarera limpiaba la mesa, en vistas de la hora próxima al cierre.

 

 

 

La vida solitaria del un periodista hace que, más de una vez, nos veamos obligados a recorrer los suburbios de las ciudades que visitamos, en busca de alguna atracción que nos ayude a atenuar la rutina de nuestras vidas. Pero aquella noche estaba marcada bajo otro pincel.

 

 

 

Me acerqué a su mesa y lo saludé con una sonrisa. El hombre hizo caso omiso a mi presencia y continuó tomando del vaso de hojalata, mientras jugaba infantilmente con el dedo índice con su tostada con mantequilla.

 

-Mi nombre es Henry Miles. Soy periodista del New York Times- me presenté-

 

-Yo soy Osk -musitó finalmente en un inglés rudimentario y difícil de apreciar- He venido desde la capital Dinamarca por asuntos astronómicos y metafísicos, ¿Me comprende?-mi cara de duda fue más que clara-

 

-¿Ve este cuaderno que llevó en la mano? –sacó su mano del vaso y esbozó un rectángulo imaginario. Luego se la llevó a la sien-.

 

-Todo esta aquí, en mi memoria. Vea, usted. Llevo aquí  información de alta complejidad. Material que más de un científico pagaría fortuna por él. Estoy estudiando las elipsis y los contornos esotéricos que las estrellas de Venecia dibujan en este cielo. Aunque, para ser honesto, mi verdadera profesión sea la de poeta -asentí con la cabeza-.

 

-No obstante, también llevo registro de material de poco valor, ¿sabe? De poca importancia, pocos kilos bites.

 

-Como los libros de Coelho-ironicé en busca de distenderme-

 

Muy bien-continuó- la ciudad de Italia es famosa por sus barrios, sus casas construidas por encima del mar. También por el arte: la pintura, la escultura, la literatura. Sus paseos por estas calles mágicas que han dado lugar a musas de prestigiosos escritores. ¿Pero, sabe que?-Sacó de su chaqueta un habano, y lo encendió-

 

-Me intriga saberlo –alcancé a responder mientras tosía entre la humareda-

 

-Es una falacia- hizo una larga pausa en busca, seguramente, de generar dramatismo- El verdadero atractivo son las elipsis estelares  esparcidas en el cielo de Venecia.

 

Aquí, en estas coordenadas, se produce una fuerte atracción de los astros. Se puede observar con claridad las figuras retractadas que se reflejan sobre el mar. Estas son mi  fuente de inspiración, mi musa poética.

 

 

Aquella fue la última vez que lo vi. Apuró una última pitada y desapareció entre una melodía de violoncello que se escuchaba desde lejos.

 

 

 

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